Adela estaba navegando en internet. Golpeó el ratón contra la mesa y miró fijamente a Kamila.
Susana estaba de su lado y dijo fríamente: —Kamila, ¿nos insultabas indirectamente a Adela y a mí? Será mejor que te quede claro. ¿A quién llamas descarada?—
—¿Por qué me buscas?— Kamila siempre había sido despreocupada y no le temía a nadie. Se burló de Adela —No mencioné sus nombres ni una sola vez. ¿Por qué son tan susceptibles y creen que me refiero a ustedes? ¿O les di en el clavo sin querer, destrozándoles el corazón?—
—No dijiste ni una palabra, pero ¿crees que somos tan tontas como para no saber adónde quieres llegar? —Adela apretó los dientes—. Solo eres una lacaya, ¿qué derecho tienes a hablar así de nosotros? Pase lo que pase, somos cien veces mejores que una lacaya como tú.
Hablas todo el tiempo de tu príncipe azul, ¿crees que le importas? Creo que la descarada eres tú. Antes también intentabas seducir a Camell, pero ahora que ya no le interesa, ¿cambiaste de objetivo?
—Jaja. —Ade