El reloj marca las 19:30 de la noche cuando Kevin cierra la puerta de su habitación.
El silencio de Villa La Matilde se extiende como un manto sobre cada rincón.
Solo el murmullo del viento que se filtra por las ventanas acompaña el sonido de sus pasos.
Se quita la chaqueta gris, la deja caer sobre el respaldo del sillón y se desabrocha los primeros botones de la camisa.
El día ha sido largo, tenso… y la fatiga se nota en cada movimiento.
Camina hacia el baño, dejando un rastro de prendas en el camino, hasta quedar frente al amplio espejo.
El reflejo que lo observa parece ajeno, más frío de lo que recordaba.
Kevin se pasa una mano por el cabello, luego abre el grifo de la ducha.
El vapor empieza a llenar el ambiente con una calidez agradable, difuminando los bordes del espejo.
Se mete bajo el agua y cierra los ojos.
Las gotas descienden por su piel, chocando con los músculos tensos de su espalda y cuello.
Por un instante, permite que el agua borre los rastros del día… pero