Luna
La noche había caído sobre la mansión como un manto de terciopelo negro. Desde mi habitación, contemplaba las estrellas a través del ventanal mientras intentaba acostumbrarme a esta nueva sensación que crecía dentro de mí. Era como tener un sexto sentido, una conexión invisible que me unía a Vladislav desde que bebí su sangre.
Al principio eran solo destellos: una punzada de irritación durante una reunión con el consejo, un destello de satisfacción cuando sometía a algún subordinado rebelde. Pero con el paso de los días, la conexión se había vuelto más intensa, más clara. Ya no eran solo emociones vagas, sino pensamientos, sensaciones, recuerdos que no me pertenecían.
Esa noche, mientras me cepillaba el cabello frente al espejo, lo sentí. Una oleada de angustia tan profunda que me dejó sin aliento. Me llevé la mano al pecho, donde el dolor parecía haberse instalado como si fuera mío. Pero no lo era. Era suyo.
—Vladislav —susurré, dejando caer el cepillo.
Sin pensarlo dos veces, s