Al otro día del cumpleaños amanecieron los tres amontonados en la diminuta cama del cuarto estudiantil de Carlotta.
Era fin de semana y su compañera se había ido a la casa de sus padres fuera de la ciudad.
El edificio de alojamiento estaba casi vacío.
Carlotta abrió los ojos medio confundida, se sentía presionada por todos lados y su cuerpo agotado y adolorido.
Obvio que continuaron con los regalos después de la feria y de algún lado salió la loca idea de colarse en su dormitorio.
Estos hombres imposibles sobornaron al vigilante de la noche para meterse a hurtadillas en la universidad.
— Ouch...
Carlotta gimió con molestias cuando Fabio prácticamente se acostó encima de ella y se apoyó sobre su trasero.
Ese sitio innombrable en particular, le dolía bastante y no sabía todavía cómo cedió a las peticiones de estos dos locos.
Todo empezó cuando encontraron algunas cosas ocultas que compró en una sexsh0p por curiosidad, como lubricante y dilatadores.
— Fabio, levántate – le gruñó.
Él en