— Ven, quiero ver si esa boca tuya solo sirve para protestar. Como me llamaste lamebotas, creo que es justo que me pidas perdón de rodillas.
Fabio, en el sillón frente a ella, puso su copa en la mesita de al lado y le ordenó dominante.
Carlotta se quedó mirándolo lascivamente, con la camisa blanca abierta, mostrándole su trabajado cuerpo, lleno de duros y sexys músculos.
Los tatuajes de letras, adornaban sus costillas y bajaban por el caminito del vientre hasta perderse en la ingle.
La Duquesa se estremeció cuando lo vio abrirse los botones del abultado pantalón negro y sacar la enorme polla en firme, escurriendo jugos de la punta.
— De rodillas delante de mí, Duquesa y la boca bien abierta. Chúpamela hasta saciarme y quizás te perdone tus insolencias.
Le habló sucio, sobándose el miembro arriba y abajo, parándolo en toda su gloria.
Aquí todos eran adultos y nadie se contendría.
Le mostrarían al crudo y sin filtros todo lo que deseaban de ella.
Carlotta comenzó a caminar por