19

Viggo se apartó de mí lentamente, como queriendo no despertarme. Me tapó con cuidado y se sentó en la silla frente a mí, mirándome. Lo observe por unos minutos, y el no aparto la mirada de mí, hasta tal punto de hacerme sentir incomoda.

—¿Te quedarás ahí toda la noche? —le pregunté, sin dejar de observarlo.

—Duerme, saldremos con los primeros rayos del sol —me dijo, su voz tan baja que casi se perdió en el silencio de la habitación.

Me senté en la cama, molesta por su indiferencia.

—¿A dónde vamos? ¿Y no crees que amarrarme así es exagerado? —le pregunté, esperando que al menos me diera una respuesta decente.

—Duérmete —volvió a decirme, con ese tono firme que me irritaba.

—Merezco saber a dónde vamos, y qué es lo que harán conmigo —insistí, mi paciencia desvaneciéndose. Ya me estaba molestando. Si todo esto me involucraba a mí, lo más lógico era que me lo dijeran.

Viggo suspiró, como si mis palabras fueses molestas.

—No lo sé, padre es quien nos guiará, pero lo más probable es que ir
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