Ámbar
No puedo dar más que unos cuantos pasos antes de tener que llevarme la mano a la boca para acallar mis sollozos. Lo que sentí ese día en la fiesta, cuando lo vi con marcas de mi hermana, fue terrible, pero no se compara con la desolación que siento ahora. Esta vez, no fueron ganas de provocarme. La mirada de David revelaba su cansancio, producto de todas las veces que lo ignoré.
Y ahora he llegado tarde, y él está realmente interesado en otra mujer. Para colmo, no es cualquier mujer, sino una que ya fue su pareja.
—Ámbar, ¿qué pasó? ¿Pudiste verlo? —me pregunta Gustavo, acercándose—. ¡Ay, no! Estás llorando.
—Pues valió la pena el viaje —respondo, sin poder mirarlo a los ojos—. David está bien, mejor que bien.
—¿A qué te refieres con eso?
—Se reencontró con un viejo amor y lo cuida.
—Seguro es una enfermera —sonríe—. Ámbar, a veces llama la atención, pero te aseguro…
—Se estaban besando, y él me pidió que me fuera —lo corto, dejando a Gustavo boquiabierto.
—No, no puede ser