Ámbar
No solo tengo una sensación de náuseas que no me deja estar tranquila, sino que también me angustia pensar que algo malo se avecina, que esto que pasó con Joshua no se quedará en una simple pelea y una amistad perdida.
Espero de todo corazón equivocarme y que mis acciones no afecten a Mía. Si bien perdí un poco la confianza en ella por haberme mentido, considero que fue valiente y otra víctima más de ese infeliz.
—Mami, ¿te sientes bien? —me pregunta Ada cuando llego a la escuela a buscarlos.
—¿Otra vez estás mareada? —Daniel me mira asustado.
—No, mis amores —contesto—. Es solo que a veces mami no duerme bien, y por eso estoy así.
—Entonces vamos a descansar. Juguemos al spa.
Suelto una risita.
—Claro que sí, cariño.
—Bueno, yo puedo hacer un masaje —murmura Daniel—. No soy muy bueno, pero…
—¡Pero claro que eres bueno! —lo contradigo—. Hace unas semanas me quedé dormida porque me diste un buen masaje en la cabeza. ¡Tienes que hacerlo de nuevo!
—Está bien, mami.