David
La muerte de mi padre no me dolió en sí, pero me ha traído demasiados problemas de los que me encantaría deshacerme. Al final, él no cumplió con su promesa de vender la parte que me iba a heredar. Si no accedo a vivir en la capital, los hoteles pasarán a estar bajo el control total de mi madre, quien no está capacitada para manejarlos.
—Gustavo, tienes que asegurarte de averiguar bien qué es lo que le pasa a Ámbar —le advierto mientras lo despido en la entrada—. Esos síntomas que tiene no me gustan nada.
—Estoy seguro de que se enteró de algo que no debió. —Suspira—. No te preocupes, la cuidaré mientras regresas.
—Gracias.
Muero de ganas de estar a su lado, pero incluso a J.R. Oviedo lo ha rechazado sin compasión. Si no lo quiere cerca, menos me querrá a mí. Ha sido muy difícil aceptarlo, pero creo que ya me estoy resignando a que Ámbar jamás me dejará acercarme, y mucho menos hablar de una reconciliación.
—¿Cuándo vas a regresar? —me pregunta mi amigo—. ¿Les dijiste al