David
La emoción por volver a estar frente a mi esposa es inmensa, pero queda rezagada en un rincón de mi mente debido a la angustia que sentí al verla retorcerse de dolor y la urgencia con la que actuó el personal médico. Gracias a Irma, supe a tiempo que Ámbar ya no podría moverse de aquí y que estaba programada para una cesárea esta semana.
Por casualidades de la vida, tenía que ser justo hoy. No sé si agradecer o vomitar de preocupación, pero al menos pude llegar a tiempo.
—No tienes nada que hacer aquí —sigue reclamándome Joshua mientras esperamos fuera de la habitación donde preparan a Ámbar.
En ese momento, Anastasia llega corriendo apresurada, con dos pañaleras de colores distintos y una bolsa negra. Al verme, su mirada refleja sorpresa absoluta.
—¿Qué está haciendo aquí? —me pregunta.
—Este idiota tiene espías, se lo dije muchas veces —le dice Joshua, sin dejar de fulminarme con la mirada.
—Sí, estuve siguiéndoles la pista mucho tiempo, ¿y qué? —respondo sin sentirme int