Mía
Escapar de Joshua no era tarea sencilla. Tuve que dejar pasar varios días y soportar que me tocara para poder hacerlo confiar y que me dejara acompañarlo a ver a mi padre. Le hice creer que llegaríamos a un acuerdo y que me dedicaría a hacer diseños en una empresa que él mismo abriría a mi nombre.
Que lo considerara tan poderoso lo hizo sonreír con agrado.
—¿En verdad es eso lo que quieres? —me había preguntado mientras metía el rostro entre mis pechos—. Pues eso tendrás, con tal de que olvides esa estúpida idea del divorcio.
Lo que estoy haciendo es una locura, pero debo hacerlo.
Me tomo la pastilla anticonceptiva y guardo la botella de agua en mi bolso. Tengo miedo de que Joshua se dé cuenta de que no estoy en la casa de la que fue mi nana, la cual estáadjunta a la propiedad de mis padres, que para mi desgracia ahora se están quedando en la capital.
—Tengo que hacerlo —murmuro—. No puedo permitir que Ámbar piense lo que no es.
—¿Disculpe? ¿Dijo algo? —me pregunta el taxist