Mundo ficciónIniciar sesiónEl olor a café recién hecho era una obscenidad.
Valentina entró a la cocina del penthouse con apenas dos horas de sueño, los ojos hinchados de tanto llorar y una furia que le ardía desde el estómago hasta la garganta.
Diego estaba ahí, impecable en camisa blanca y pantalones de traje, leyendo el Wall Street Journal como si no acabara de destrozar cualquier posibilidad de confianza entre ellos.
Como si anoche no hubiera pasado.
Como si ella no hubiera descubierto las cámaras.
—Buenos días. —Su voz fue cortés, distante. Ni siquiera levantó la vista del periódico—. Hay café en la cafetera. P







