CAPÍTULO 54 AMOR Y VENGANZA
Zahar…

La respiración abandonó mi cuerpo.

Desaparecido.

La palabra se me pegó al pecho como una maldición.

La desaparición es un eco. Un agujero. Un espacio donde debería haber alguien. Y no está.

Tomé el aire y lo volví a soltar, caminé por la base como una sobra, nadie me miraba ni hablaba.

Eran las tres de la mañana cuando me metí en uno de los baños del servicio de la base y me quité el pasamontañas. Sentía que las costillas se me aflojan como ramas secas, y que todo el aire se me iba en un solo sollozo, pero las lágrimas no salían de mí en ninguna circunstancia.

El llanto es un lujo para quien sabe a qué llorarle, y yo ni siquiera sabía dónde estaba, y él no podía dejarme sola.

No podía…

En un punto me dolieron las manos de tanto apretarlas. Pero estaba entrando en una crisis, estaban pensando que al cerrarlas pudiera sujetarlo. Como si pudiera traerlo de vuelta con solo apretar el aire.

Por favor… por favor… por favor, Kereem…

Unos golpes en la puerta me hicieron saltar y luego
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