Terceros…
Sanem respiró agitada, mientras la mano de Naim apretaba la suya. Ella estaba tratando de contener las lágrimas, pero era inevitable que se le salieran todas.
La mirada y las palabras de Naim eran diferentes, y sabía que él había planeado algo desde hace mucho, sobre todo para herir a Kereem, pero no sabía ni se imaginaba hasta qué magnitud. Tampoco es que ella quería a Kereem muerto, porque a pesar de todo por lo que había tenido que pasar, él era su esposo y siempre lo sería.
Naim pasó varias partes del palacio y ella notó que se iba hacia la habitación que siempre utilizaban, una muy allegada a la de Naim, en la zona del palacio más reservada.
Después de que entró con ella, cerró la puerta y se giró hacia ella con una enorme sonrisa.
—Hemos ganado, y tengo muchas noticias para ti —le ordenó que tomara asiento—. Siéntate y limpia esas lágrimas que me estresan.
Sanem pasó un trago rápido, e hizo caso a todo lo que él decía, mientras lo vio caminar hacia una parte de la ampl