Zahar…
Reservé la cita para el ginecólogo con una rapidez que casi me asustó. No lo pensé demasiado, de hecho, no quería pensarlo, y solo lo hice.
El lugar no estaba lejos, una clínica discreta, de esas que no figuran entre las más lujosas, pero que tiene un nombre sólido y una reputación basada en el trato humano. Eso era lo que necesitaba: alguien que me hablara como persona, no como historia clínica.
La sala de espera fue mi peor tortura. No dejaba de juguetear con la cadena que Kereem me había regalado, además, tampoco sabía cómo comenzar, no sabía si contar todo o solo lo necesario.
—Zahar Olayan… —llamó la enfermera con una voz suave—. Por favor, pase…
Entré al consultorio y me recibió un médico de mediana edad, con ojos amables y voz pausada. Su nombre era Dr. Andros y me ofreció asiento sin prisa.
—¿Qué te trae por aquí, Zahar?
No supe por dónde comenzar, pero lo hice.
—He tenido pérdidas —le dije sin mirarlo.
Le hablé de mis pérdidas. Del proceso que me llevó hasta aquí, y de