Zahar…
Esa imagen no se me borró en todo el día.
No era la mujer rubia, no era su vestido, ni su presencia como "mano derecha". No era siquiera su rostro amable, ni sus modales diplomáticos, o tal vez su belleza que no se discutía.
Era él… Kereem… Sonriendo.
No una sonrisa política, ni una sonrisa vacía, sino esa sonrisa sincera que yo conocía, esa que se le escapaba cuando estaba cómodo, cuando bajaba la guardia… cuando estaba de alguna forma mostrando su naturalidad espontánea.
No dormí esa noche.
A las cuatro de la mañana, me senté frente a la computadora sin hacer ruido, como si hasta el aire de mi departamento pudiera delatar mis pensamientos. Abrí el documento del informe que le estaba preparando a Víctor, y sin saber exactamente por qué, mis dedos comenzaron a escribir más de lo solicitado… Mucho más.
Quería que Víctor lo leyera y supiera que estaba lista. ¿Para qué? Aun no lo sabía, y luego de terminar algunos por menores, calcé mis pies y caminé por el pueblo buscando algunas