CAPÍTULO 51 AMOR Y REDENCIÓN
Kereem…
No sé cómo llegamos, pero llegamos.
Los motores del helicóptero todavía estaban calientes cuando atravesé las puertas del centro médico improvisado, con Zahar entre mis brazos. Las luces blancas del pasillo me cegaron por un segundo, pero lo único que veía era su rostro pálido, el sudor en sus sienes y el temblor de sus pestañas.
—¡Necesito atención urgente! ¡Está herida! —grité mientras dos camilleros corrían hacia nosotros.
No quería soltarla ni por un segundo, pero los dedos de Zahar presionaron los míos con debilidad.
—Estoy… contigo… —susurró, casi en sueños.
La recostaron con cuidado, me empujaron a un lado, pero no me alejé más de dos pasos. Un médico de bata gris se acercó, revisando monitores, colocando una vía en su brazo mientras hablaba con rapidez.
—Ha perdido sangre. No ha llegado al punto crítico, pero su cuerpo está al límite. Vamos a estabilizarla, necesitaremos una pequeña transfusión. Está bajo control, pero no puede moverse ni a