Kereem…

Riad, Arabia Saudita.

Reunión del gabinete y consejo…

—¿Se han confirmado los pactos con las delegaciones del norte? —pregunté, sentado en la cabecera de la mesa con la mirada fija en los rostros de los hombres más sabios que habían estado de alguna forma ocultos durante este tiempo.

Habían pasado solo días, pero quería ir tan rápido en la restauración del senado y ministros tan pronto como pudiera.

Emré, estaba a mi izquierda, pasándole un documento al embajador de Estados Unidos.

—Sí, señor —intervino él, sin esperar que otro lo hiciera—. Las condiciones han sido aceptadas. No cuestionarán el liderazgo mientras se respete su autonomía administrativa.

—No es autonomía, es un mal disfraz para la deslealtad —respondió mi padre desde el fondo de la mesa. Había regresado al palacio con todos sus hierros, más canoso, menos temido, pero aun con esa voz de acero.

Y esto de alguna forma me ayudaba a respirar más tranquilo.

—Entonces tendrán que aprender lealtad —respondí con calma—.