ATENTADO.
ATENTADO.
Daniel salió a toda prisa de la habitación y, en ese momento, sonó el teléfono principal.
—Naomi.
—Hijo… —resultó ser Renata. —Gracias a Dios logré comunicarme, llevo llamándote desde anoche. ¿Dónde estabas?
Daniel cerró los ojos y trató de calmarse y, desde luego, darle una explicación a su madre.
—Se descargó mi teléfono, mamá, ahora estoy muy…
—Esa chica se fue y dejó a Derek —dijo ella de repente, y Daniel fue tomado por sorpresa.
—¿Derek está contigo?
—Sí, cielo, Naomi vino aquí y me pidió que lo cuidara, se despidió del pequeño y se fue rápido.
—¿Dijo a dónde iba?
—Sí, sí, dijo que tenía que arreglar un asunto con su padre.
La mente de Daniel trabajó a toda prisa.
—Hijo, ¿qué está pasando? ¿Cómo se va a ir y dejar… así a su hijo? Sé que soy su abuela, pero…
—Mamá, necesito que llames a Jonathan y que organice un vuelo privado a Chicago, tengo que ir por ella.
—Pero…
—Mamá, no hay tiempo para explicaciones, cuidas de Derek, ¿sí? Te llamo después.
Daniel e