40° Di que eres mía

Damon

Por la energía que siempre llevo conmigo y la electricidad de mi cuerpo, duermo como mucho, una hora y media pero despertar en la habitación principal sin la Koroleva me hace saltar de la cama y salir de ella con pasos apresurados. Me encamino hacia la cocina y está es Jacinta picando unas verduras para realizar un hervido.

— ¿Y mi mujer?

— En el gimnasio, sr. Damon.

Salgo de ahí ágilmente dirigiéndome al gimnasio de la mansión. Escucho jadeos de cansancio hasta que veo a Lianys con los guantes de boxeo puestos golpeando el saco soltando toda su frustración. El sudor cae por su frente haciendo que brille más de la cuenta, con tres golpes más termina abrazando el saco gimiendo.

— Es raro verte aquí.

Ella me sonríe cuando me ve quitándose los guantes y agarra una botella de agua mineral para hidratarse.

— Hasta que el bello durmiente decide despertar.

— ¿Por qué no me levantaste? — me acerco a ella lentamente.

— No quise quitarte el sueño, y así podía pensar mejor si no te tení
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