Crista me tomó la mano. Yo le sonreí y le aseguré:
—No te preocupes, no me duele.
En realidad, me dolía muchísimo, pero comparado con la puñalada de Antonio, esto no era nada.
Cuando nos quedamos a solas en la habitación, Crista intentó animarme:
—¡A esos dos, ese patán y esa puta, son tal para cual! ¡No les hagas caso! Ah, y Santiago, ese idiota, ¡me llamó para decirme que me había preparado un caldo de mariscos! ¡Le he dicho mil veces que soy alérgica! Ya le dije que terminamos, ¿qué les pasa a estos tipos? No sé qué tienen en la cabeza.
Me reí y le contesté:
—No es que le pase algo, es que le das igual. Ya verás cuando se trate de otra...
Crista asintió y dijo:
—Entiendo. Ya dejemos de hablar de este payaso.
Luego sacó la tableta y me mostró un video diciendo:
—Mira este influencer, sus videos son muy graciosos. Hace entrevistas al azar a gente en la calle y les da a probar empanadas con rellenos súper raros. ¡Es muy interesante!
En un instante, encontró al influencer que seguía, y justamente estaba en directo. ¿Y quién iba a ser el entrevistado? ¡Era su exnovio, Santiago!
—Toma esta empanada, ¿quieres decir algo a cámara después de probarla? —preguntó el entrevistador.
Santiago apenas le dio dos bocados a la empanada de Doritos picantes, y su cara se torció de dolor. Aun así, con esfuerzo, dijo:
—Espero que la siguiente persona pruebe la empanada de carne, y ojalá seas tú, Erika.
Cuando terminó de hablar, miró a cámara e hizo un corazón con las manos. Yo iba a pasar el vídeo, pero Crista me paró y escribió rápidamente en los comentarios:
Crista: [¡Qué bien que te acuerdes de que a Erika le gusta la empanada de carne, pero se te olvida que tu novia es alérgica al marisco!]
Su comentario se perdió enseguida entre otros, e intenté calmarla:
—Nosotras no necesitamos a estas personas en nuestras vidas.
Crista asintió repetidamente. Como el influencer tenía más de cuatro millones de seguidores, Santiago pronto fue reconocido en el chat. Muchos comentaron:
Seguidor 1: [¡Miren, es el hijo de la familia Silva! ¡El niño de papá!]
Seguidor 2: [¡Qué suerte tiene Erika de que el señorito Santiago la bendiga!]
Seguidor 3: [Mi señor, llevo años esperando, ¿cuándo me llevas a tu castillo?]
Los seguidores llenaron el chat con comentarios en broma, y Santiago rápidamente se volvió tendencia. Hasta había algunos que decían que envidiaban a Erika.
La propia Erika no tardó en subir una foto en su cuenta, una foto que decía:
[¡Probando la empanada de carne! La felicidad es tener todo lo que deseas.]
En la foto se veía una bandeja de empanaditas decorada con todo lujo de detalles, y justo al lado estaba Santiago. Al verla, Crista soltó un resoplido de desprecio:
—¡Es un lamebotas!
Me eché a reír.
“Crista tenía toda la razón. Los dos bailaban al son que tocaba Erika, y nadie sabía quién saldría como ganador de todo esto. Quizás ninguno de los dos, al final”, pensé.
Pero ya me daba igual.
Hoy Antonio se había comprometido con Erika, y supuse que eso era el punto final para nosotros. Solo esperaba salir del hospital para recoger sus cosas y devolvérselas. Durante nuestra relación, Antonio me había hecho varios regalos carísimos, pero no pensaba quedarme con nada.
Dos días después, me trasladaron a una habitación normal. Mi médico a cargo vino a revisar cómo seguía, y al examinarme, suspiró:
—Has tenido mucha suerte; los vidrios estuvieron a punto de perforar tu corazón. Un poco más y no lo cuentas. Pero vas a tener que cuidarte muchísimo. Evita emociones fuertes y céntrate en recuperarte bien.
—Lo entiendo. Gracias, doctor —le agradecí.
El médico acababa de salir cuando me entró una llamada de Antonio. Me di cuenta de que era el número de su oficina y me quedé atónita. Se me había olvidado bloquear ese número, así que no tuve más opción que contestar.
—¿Ya has visto las fotos? ¡Si no fuera por Erika ese día, ni siquiera habría salido bien la fiesta de compromiso! Ya te soporté bastante; ya es hora de que regreses —me soltó Antonio con tono autoritario.