Capítulo4
Al ver esto, Erika se quedó de una pieza y corrió hacia Antonio, mirándolo con preocupación mientras me gritaba:

—¡¿Cómo te atreves a hacer eso?! Antonio vino corriendo en cuanto supo que estabas lastimada. ¡¿Por qué le pegas?!

—Él empezó. Además, ¿por qué te metes? Nadie lo invitó. ¡Vete! —contesté tajante.

Sacudí mi mano mientras lo miraba. Antonio movía los labios, con la marca de la bofetada bien visible en su mejilla, pero al final se quedó callado. Lo miré fijamente y le dije:

—Antonio, ya ves que estoy herida. Ahora, lárgate, que no quiero seguir discutiendo contigo.

Les ordené que se fueran, pero ninguno se movió. La mirada de Antonio mostraba destellos de furia, y en ese momento mi médico tratante, atraído por el alboroto, entró en la habitación.

Al verme, se alarmó y dijo:

—Te dije que tenías que mantener la calma, ¿verdad? ¡Mira cómo están los monitores!

En ese instante me di cuenta de que los aparatos estaban pitando como locos. Miré a Antonio con expresión molesta.

Al ver
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