La única prenda similar que había usado antes era su ropa de dormir, la cual también era su ropa interior y nadie más que Juana la había visto con eso. Entró a pararse frente al estante como una estatua. Ir en contra de su mente era sumamente difícil. Había algo que le gritaba que no debía, que no lo hiciera; no obstante, también tenía una pizca de impulso para adaptarse a lo que nunca había hecho antes.
“No tiene nada de malo”, se consoló. “Daniel tiene razón. Esta es la única ropa que tengo y el lodo la va a arruinar; además, si él no juzga mal es porque no tiene importancia. ¿Porque, quién más admirable que él?. Él tiene razón”.
Escogió un pantalón. La tela era gruesa y