En todo el camino de regreso a casa, no paró de pensar en cómo le diría a los niños la tragedia de su padre. El carruaje paró frente a su casa. Los cuatro se bajaron antes de que el chófer alentara a los caballos y se marchara enseguida.
-¡Sí! - gritó Lucía, dando un salto - ¡Papi! - para luego correr dentro seguida de Daniel.
María no reaccionó, no pensó en las consecuencias hasta que escuchó - ¡María! - desde dentro.
Apresuró el paso; sin embargo, una mano le agarró el brazo impidiendo que caminara más rápido - no corras, aún estás débil.
-Pero…
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