El Grito de la Verdad
El alba de la rebelión se había encendido en las calles, y su calor se sentía incluso en las profundidades de la bodega. La noticia de que el Barón Orlo había elegido la justicia por encima de su nobleza se esparció como un incendio forestal. La gente, que antes se había susurrado sobre la inocencia de Kaida, ahora gritaba en las plazas la traición del Rey. La marea de los rumores, que yo, Conan, había sembrado, se había convertido en la voz de un pueblo unido.
En nuestro santuario en la oscuridad, la atmósfera era eléctrica. Orlo, vestido con su túnica de tela y la marca de la traición en su rostro, se sentaba a mi lado. Su arrogancia, que había sido su armadura, se había desvanecido, dejando al descubierto a un hombre desnudo de privilegios, pero lleno de una nueva dignidad.
—El pueblo… ellos me ven como a uno de ellos —murmuró Orlo, su voz era un susurro de incredulidad y asombro—. Es… es como si me hubieran liberado.
—No te han liberado, noble —dije, m