La Confrontación con Isabel
El aire en el pasadizo oculto era denso con la tensión. El guardián, una imponente figura cuya armadura llevaba el emblema de Eldoria, permaneció inmóvil. Sus ojos, ocultos bajo el yelmo, parecían escanear cada fibra de Kaida. El alfil de cristal, apretado en su mano, emitía un suave resplandor, una luz que respondía a la presencia del guardián.
—La sangre de Eldoria… —murmuró el guardián, su voz resonando con una mezcla de asombro y reverencia—. Es imposible. El linaje… se creía extinguido.
—No lo está —dijo Kaida, su voz firme, a pesar del temblor en sus manos—. Yo soy Kaida. Y soy la princesa de Eldoria. Mi madre… ella me lo susurró antes de morir. Y este alfil… es mi prueba.
El guardián se arrodilló, su armadura crujiendo. Su cabeza, con el yelmo aún puesto, se inclinó en un gesto de sumisión. —Mi princesa. He esperado este día. Soy Kael, el último guardián de la Cámara de la Inquisición. He custodiado este lugar durante años, esperando el regreso de nue