Capítulo 28

El día que dejamos el hospital, el cielo estaba despejado y una brisa suave se colaba por los árboles del estacionamiento.

Danae dormía tranquila en mis brazos, envuelta en una mantita blanca con bordes de encaje que Mia había preparado con tanto amor. Era tan pequeña... tan frágil... que cada movimiento mío parecía medido con el alma.

Aziel no se separaba de nosotras ni por un segundo. Llevaba la pañalera al hombro y a Danae en sus brazos con orgullo.

Caminaba como si llevara el mundo entero en los brazos... y en parte, lo hacía.

Armando ya nos esperaba con la camioneta preparada. Cuando me ayudó a entrar, lo hizo con tanta delicadeza que no pude evitar sonreírle.

—Felicidades, señora —dijo con una leve inclinación—. La bebé es hermosa.

—Gracias, Armando —respondí con los ojos brillosos—. Nos cambió la vida.

El trayecto a casa fue silencioso. Danae no hizo ni un solo sonido, como si supiera que el mundo acababa de comenzar para ella y quería observarlo en calma. Aziel tomó mi mano
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