Luego de aquella tarde llena de paseo llegamos a casa para descansar un poco antes de salir en la noche.
Lucero, Mia y Marlon se quedaron en la sala mientras Aziel y yo vamos a la habitación a cambiarnos y ducharnos.
—No siento mis pies, pero estoy feliz.
Musite acostándome sobre la cama mientras mis pies se relajaban.
Aziel desabotonó su camisa retirándosela. Se acercó sentándose al borde de la cama tomando mis pies y masajeándolos suavemente.
El se encargaba de tratarme como una completa reina y eso hacía que mi corazón se estrujara ante tanta calidez.
Me levanté acariciando su espalda con suavidad. Subí hasta sus hombros donde empecé a masajearlos con suavidad.
Aziel hizo su cabeza a un lado a medida cerraba los ojos y disfrutaba de las caricias de mis manos.
Lleve mis labios a su cuello besándolo lentamente hasta bajar a su espalda. Me levante de la cama quedando frente a él y sus ojos me miraban con aquel brillo e intensidad que lo caracterizan.
Lleve mis manos a mi blus