El silencio se apoderó de la mesa. Solo el tenue tintineo de los cubiertos y los murmullos lejanos de otras conversaciones llenaban el vacío que había dejado la noticia.
Claudia fue la primera en reaccionar. Enderezó la espalda y se limpió la comisura de los labios con la servilleta, con movimientos calculados.
—¿Cuánto tiempo tienes? —preguntó, sin levantar la voz, pero con una tensión clara en su tono.
—Apenas unas semanas —respondí, intentando mantener la calma.
—¿Y tú ya lo sabías? —se dirigió a Aziel con un dejo de reproche contenido.
Sabía que en sus m
—Lo supe hace poco —contestó él, sin inmutarse—. Y estoy asumiendo la responsabilidad que implica.
—¿Responsabilidad? —intervino Esteban por primera vez, su voz era profunda, casi seca—. ¿Es esto parte de alguna estrategia que deberíamos conocer?
Aziel lo miró, serio.
—No. No es una estrategia, es una realidad. Y espero que la respeten.
Claudia soltó una breve risa nasal, incrédula.
—Aziel, cariño, sabes que no me opongo a que tom