Al día siguiente, a pesar de una noche de mal dormir, no me sentía tan cansada como antes. Cuando llegué a la oficina, Samantha me recibió con una enorme sonrisa y un abrazo.
—Amiga, te estaba esperando para tomar café conmigo. Pasé por una panadería cerca de casa y compré bollitos con chispas de chocolate.
—Adoro los bollitos con chispas de chocolate —le dije con una sonrisa—. Solo voy a dejar mi bolso.
Entré a mi oficina, guardé el bolso y encendí la computadora. Patricio llegó, se acercó a mí y, tomando mi mano, preguntó:
—¿Cómo está la asesora más hermosa del mundo?
—Estoy bien, Patricio. ¡Gracias! Y perdón por ocupar tu sofá todo el día de ayer —le sonreí.
—¡Ah, no te disculpes! Fue muy agradable trabajar todo el día mirando a una mujer tan hermosa durmiendo en mi sofá —dijo guiñándome un ojo—. Repítelo cuando quieras.
—¡Eres terrible! Voy a tomar un café rapidito con Sam y ya regreso para ponerme al día con todo.
—Cata, relájate. Todo está al día. Eres demasiado eficiente