UN ÁNGEL EN GARANTÍA. CAPÍTULO 55. Curiosidad científica

El hospital de Budapest olía a desinfectante y café viejo, ese que alguien había dejado olvidado en una taza sobre la mesa de recepción. Ivan y Sari caminaron por el pasillo como si fueran dueños del mundo, aunque por dentro, los dos llevaban solo el alivio de tantas tensiones que habían acumulado en las últimas semanas. Después de tres días en cama, ya Pavel estaba fuera de peligro y ahora el peligro era él.

—¿Tú crees que todavía estará discutiendo con la veterinaria? —preguntó Sari, conteniendo una risita.

—Conociendo a Pavel… seguro le está dando guerra —respondió Ivan, con una mezcla de fastidio y aprecio. Se notaba que lo quería más de lo que le gustaba admitir.

Y no se equivocaban. Apenas cruzaron la puerta de la habitación, se encontraron a Pavel sentado en la cama, con la bata medio abierta, y a Katalin de pie frente a él, con los brazos cruzados y una ceja levantada como si fuera su madre regañona.

—¡Te dije que no pod