CAPÍTULO 22. De la manipulación a la verdadEra en ese momento o nunca. Y aunque Pamela Wyndham habría preferido que Jackson nunca se enterara de algo como aquello, sus años como una experta manipuladora le habían enseñado a poner las situaciones a su favor antes de que fuera demasiado tarde.—¡Mamá te hice una pregunta!—¿Y estás seguro de que quieres escuchar la verdad? —lo increpó y Jackson ni siquiera se permitió dudarlo.—¡Por supuesto que quiero!—Muy bien, entonces tienes que saber que esta mujer que pretendes convertir en tu esposa solo es una interesada. —Señaló a Maggie con un dedo tembloroso—. Voy a admitir mi culpa, hijo pero tienes que saber que solo lo hice porque creí que era lo mejor para ti. Hace diez años, ¡le pagué a Margaret para que se alejara de ti! ¿Y sabes qué? ¡Lo aceptó! Porque eso es lo que es. ¡Una interesada!Jackson sintió como si hubiera recibido un mazazo en pleno pecho. Abrió la boca, pero no salieron palabras, solo volteó a ver a Maggie, como si de ve
CAPÍTULO 23. De un susto médico a una boda apresurada.—Yo conduzco —Maggie literalmente lo sacó del asiento del conductor tirando de su camisa y por más que Jackson trató de resistirse ella fue inquebrantable—. Tu padre está mal, estás en shock por la noticia y por otras cosas, así no puedes conducir.Se sentó ella al volante y encendió el auto con determinación mientras él apretaba los puños y miraba por la ventana.—¿Y tú no estás en shock? —la increpó y Maggie sonrió con amargura.—Yo he tenido diez años para adaptarme a que solo fuiste un imbécil que no me quería, no puedo estar en shock por eso —respondió eso y Jackson sintió que su corazón se hundía.No era cierto, nada de eso era cierto, simplemente no podía enfocar su cerebro en ese momento en encontrar las explicaciones, porque estaba demasiado asustado por lo que pudiera pasarle a su padre.Era cierto que no tenían la mejor relación del mundo, pero Jackson lo respetaba y lo quería y por nada del mundo quería que muriera.Pa
CAPÍTULO 23. Del miedo al alivio y de regresoMaggie apenas alcanzó a decir un "me siento..." antes de que sus piernas la hicieran colapsar sin dignidad. Jackson la atrapó justo a tiempo, con el corazón acelerado porque ninguno de los dos estaba particularmente entusiasmado con aquella boda, pero no era razón suficiente para desmayarse.—Maggie. Maggie, ¿qué te pasa? —preguntó, con voz ronca, agachándose mientras la sostenía como si fuera de cristal.Ella jadeaba. Sus ojos estaban abiertos, pero su mirada vagaba como si tratara de enfocar otra dimensión.—No puedo... no puedo respirar bien...Jackson frunció el ceño, revisándola con toda la prisa de un médico experimentado . Le corrió un mechón de cabello sudoroso de la frente y fue entonces cuando lo notó: unas manchas rojas que le subían por el cuello, como si la piel hubiera decidido hacer una obra de arte abstracto sin su permiso.—Dios santo. Estás teniendo una reacción alérgica —exclamó asustado y le abrió un poco el vestido, co
CAPÍTULO 24. De la incredulidad a la rabia.Jackson supervisaba personalmente a las enfermeras que estaban limpiando a Maggie. Se notaba que su piel le dolía y Jackson sabía que con semejante reacción, por dentro su garganta y esófagos también debían verse así de afectados.Pero nada en el mundo podía prepararlo para los resultados que el laboratorio iba a mandarle. Como era para él por supuesto que estaban haciendo las pruebas a toda prisa, y veinte minutos después, el técnico del laboratorio llegó corriendo como si trajera el santo grial. O el peor chisme de la historia.—Doctor Wyndham… ya salieron los resultados del vestido.Jackson se enderezó como si le hubieran echado agua helada en la espalda y alargó al mano para recibir el decumento.—¿Y bien?El técnico sacó una hoja arrugada y se limpió el sudor de la frente. Tenía esa cara que uno pone cuando está a punto de contar algo que sabe que va a desatar una tormenta.—El vestido fue rociado con una solución de ácido benzoico. Con
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era
CAPÍTULO 2. De la celebración al desastreOcho semanas antes.Jackson Wyndham no entendía por qué seguía asistiendo a aquellos eventos médicos… Bueno, sí lo sabía: Eran prestigiosos, había whisky gratis y siempre existía la posibilidad de robarle algún paciente importante a otro médico arrogante. Pero, sinceramente, ¿un evento médico en un resort de montaña con nieve hasta las rodillas?¿No había un mejor sitio para entregar la dichosa beca?—Quita esa cara, al final hay una buena posibilidad de que ganes, aunque sea contra ella —le dijo Reggie, su mejor amigo, señalando al otro lado del enorme salón recepción del hotel, y Jackson apretó los labios cuando la vio.Margaret Kingsley.Podía reconocerla entre cientos de mujeres, porque aquel cabello rojo infierno la distinguía en cualquier lugar, como un aviso de lo que era: una diabla, un demonio, un…—¡Jackson!—¡Maldición, no puedo perder contra ella otra vez! —masculló con impotencia y Reggie se encogió de hombros.—Oye, no eres el ún
CAPÍTULO 3. De la impotencia a un saco de dormirJackson Wyndham, cirujano brillante, orgulloso heredero de una fortuna de proporciones escandalosas y eterno ganador de debates académicos, estaba hincado en el suelo de una cabaña olvidada por Dios, revisando el abdomen de su mayor enemiga con manos frías.—No hay necesidad de que me quites la blus…—No tienes nada interesante que ver ahí —le gruñó Jackson examinándola—. Podrías tener una hemorragia interna y la adrenalina puede haberlo camuflado.—Oh, gracias por tu opinión, Doctor Milagro. Pero a menos que tengas los ojos de Rayos X de Superman, dudo que sepamos más hasta que nos rescaten.Maggie Kingsley tenía el don de sonar arrogante incluso cuando estaba pálida, con las cejas fruncidas por el dolor y envuelta en tres mantas que olían a ratón encerrado desde 1972. Estaba helada, herida y atrapada en medio de la nada con el hombre que más odiaba.—Creo que sería un buen momento para rezar —dijo Jackson con tono indiferente, y ella
CAPÍTULO 4. Del sueño a los recuerdosEl viento rugía afuera, la tormenta solo arreciaba, pero dentro de aquella cabaña ni siquiera el cansancio hacía que Jackson pudiera dormir. Contra su nariz tenía aquel cabello rojo que solo Dios sabía por qué seguía oliendo a lavanda. Tenía el cuerpo entumecido… o eso creía, porque definitivamente Maggie moviéndose contra él lo hizo abrir los ojos de inmediato.—¿Te quieres quedar quieta?—Tengo frío… —fue todo lo que la escuchó murmurar y le dio la vuelta para pegarla más a él.—A este paso nos vamos a morir de hipotermia así que… —murmuró y la vio abrir los ojos espantados mientras le abría la chaqueta y sus manos rozaban su piel caliente.—¡Ni se te ocurra, idiota, no voy a…!—¿Quieres sobrevivir? —le preguntó él y Maggie apretó los labios.Sí quería, los dos querían, pero eso no cambiaba que todo entre ellos era un maldito desastre. Maggie dejó escapar un jadeo ahogado cuando sintió la boca de Jackson sobre sus pechos y aquello fue más que su