CAPÍTULO 19. De la revelación a la culpa
CAPÍTULO 19. De la revelación a la culpa
Jackson no era precisamente la persona más perspicaz del mundo cuando estaba ofuscado. Pero ni en sus peores momentos se habría imaginado algo como aquello.
—¿Cómo que tú llamaste a Maggie? —preguntó.
—Eso mismo, hijo. Yo la llamé. Quería convencerla de que la boda fuera grande, no esa cosa íntima que en la que ella insiste. Somos figuras públicas, hacer una boda pequeña sería muy criticado y quería convencerla por las buenas antes de que tú y tu madre la acabaran cagando de alguna manera!
Jackson parpadeó. Una, dos, tres veces. No procesaba nada. Su padre había llamado a Maggie para hablar de la boda. No había ningún amante secreto, ningún plan maquiavélico. Sólo un anciano entrometido con ideas de grandeza. Y él, como el campeón de los imbéciles que era, se había creído la versión de Brenda.
—Entonces… —balbuceó, tragando saliva— Maggie no estaba… con otro…
—¡Claro que no, animal de Dios! —bramó Emeret, alzando la voz lo suficiente como para