CAPÍTULO 19. De la revelación a la culpaJackson no era precisamente la persona más perspicaz del mundo cuando estaba ofuscado. Pero ni en sus peores momentos se habría imaginado algo como aquello.—¿Cómo que tú llamaste a Maggie? —preguntó.—Eso mismo, hijo. Yo la llamé. Quería convencerla de que la boda fuera grande, no esa cosa íntima que en la que ella insiste. Somos figuras públicas, hacer una boda pequeña sería muy criticado y quería convencerla por las buenas antes de que tú y tu madre la acabaran cagando de alguna manera!Jackson parpadeó. Una, dos, tres veces. No procesaba nada. Su padre había llamado a Maggie para hablar de la boda. No había ningún amante secreto, ningún plan maquiavélico. Sólo un anciano entrometido con ideas de grandeza. Y él, como el campeón de los imbéciles que era, se había creído la versión de Brenda.—Entonces… —balbuceó, tragando saliva— Maggie no estaba… con otro…—¡Claro que no, animal de Dios! —bramó Emeret, alzando la voz lo suficiente como para
CAPÍTULO 20. De las disculpas a una prueba de paternidadLa culpa, indudablemente era algo poderoso, y si se juntaba con los recuerdos mucho más.Jackson llevó a Maggie a su departamento esa misma tarde, con el cuidado de quien traslada una bomba emocional que podría estallar en cualquier momento. Abrió la puerta, le ofreció algo de beber, e intentó —torpemente, como sólo él sabía— armar otro tipo de disculpa.—¿Qué tengo que hacer para que dejemos esto atrás? No podemos seguir peleando así —murmuró él de repente y Maggie lo miró con cansancio.—No tienes nada que hacer nada, Jackson —respondió con un suspiro.—No quiero volver a decepcionarte.—Uno solo se decepciona cuando espera algo de alguien. Y yo ya no espero nada de ti. Y tú tampoco de mí. ¿No es cierto?Y Jackson sintió que se le apretaba el pecho porque no había ni una gota de desafío en esas palabras.Los días siguientes fueron una mezcla de comedia involuntaria y penitencia doméstica. Jackson se quedó en casa para cuidarla
CAPÍTULO 21. De la cercanía a un descubrimiento atroz—¿Estás completamente segura de que quieres hacer esto?—Estoy segura de que no quiero que Pamela meta las narices en nada más —respondió ella, sin rodeos—. Si usamos nuestros nombres reales, va a encontrar la forma de intervenir. Ya la conozco. Así que elige dos nombres que te gusten y listo.Jackson asintió, mordiéndose el labio. No era una respuesta cálida, pero sí sensata; y lo peor era que tenía razón.—Mi madre siempre ha sido manipuladora con mi vida, pero te juro que últimamente se ha pasado demasiado —murmuró para sí mismo y Maggie le torció los ojos.—¿Últimamente? —Aquella era su primera ironía en días así que Jackson le sonrió de oreja a oreja y no preguntó más.Ya con las fichas llenas, ambos se sometieron al procedimiento. Sacarse sangre no era un drama para ellos, pero Maggie estaba batallando como mejor podía con las náuseas matutinas y en cuanto le sacaron la aguja del brazo el olor de la sangre la hizo marearse.—
CAPÍTULO 22. De la manipulación a la verdadEra en ese momento o nunca. Y aunque Pamela Wyndham habría preferido que Jackson nunca se enterara de algo como aquello, sus años como una experta manipuladora le habían enseñado a poner las situaciones a su favor antes de que fuera demasiado tarde.—¡Mamá te hice una pregunta!—¿Y estás seguro de que quieres escuchar la verdad? —lo increpó y Jackson ni siquiera se permitió dudarlo.—¡Por supuesto que quiero!—Muy bien, entonces tienes que saber que esta mujer que pretendes convertir en tu esposa solo es una interesada. —Señaló a Maggie con un dedo tembloroso—. Voy a admitir mi culpa, hijo pero tienes que saber que solo lo hice porque creí que era lo mejor para ti. Hace diez años, ¡le pagué a Margaret para que se alejara de ti! ¿Y sabes qué? ¡Lo aceptó! Porque eso es lo que es. ¡Una interesada!Jackson sintió como si hubiera recibido un mazazo en pleno pecho. Abrió la boca, pero no salieron palabras, solo volteó a ver a Maggie, como si de ve
CAPÍTULO 23. De un susto médico a una boda apresurada.—Yo conduzco —Maggie literalmente lo sacó del asiento del conductor tirando de su camisa y por más que Jackson trató de resistirse ella fue inquebrantable—. Tu padre está mal, estás en shock por la noticia y por otras cosas, así no puedes conducir.Se sentó ella al volante y encendió el auto con determinación mientras él apretaba los puños y miraba por la ventana.—¿Y tú no estás en shock? —la increpó y Maggie sonrió con amargura.—Yo he tenido diez años para adaptarme a que solo fuiste un imbécil que no me quería, no puedo estar en shock por eso —respondió eso y Jackson sintió que su corazón se hundía.No era cierto, nada de eso era cierto, simplemente no podía enfocar su cerebro en ese momento en encontrar las explicaciones, porque estaba demasiado asustado por lo que pudiera pasarle a su padre.Era cierto que no tenían la mejor relación del mundo, pero Jackson lo respetaba y lo quería y por nada del mundo quería que muriera.Pa
CAPÍTULO 23. Del miedo al alivio y de regresoMaggie apenas alcanzó a decir un "me siento..." antes de que sus piernas la hicieran colapsar sin dignidad. Jackson la atrapó justo a tiempo, con el corazón acelerado porque ninguno de los dos estaba particularmente entusiasmado con aquella boda, pero no era razón suficiente para desmayarse.—Maggie. Maggie, ¿qué te pasa? —preguntó, con voz ronca, agachándose mientras la sostenía como si fuera de cristal.Ella jadeaba. Sus ojos estaban abiertos, pero su mirada vagaba como si tratara de enfocar otra dimensión.—No puedo... no puedo respirar bien...Jackson frunció el ceño, revisándola con toda la prisa de un médico experimentado . Le corrió un mechón de cabello sudoroso de la frente y fue entonces cuando lo notó: unas manchas rojas que le subían por el cuello, como si la piel hubiera decidido hacer una obra de arte abstracto sin su permiso.—Dios santo. Estás teniendo una reacción alérgica —exclamó asustado y le abrió un poco el vestido, co
CAPÍTULO 24. De la incredulidad a la rabia.Jackson supervisaba personalmente a las enfermeras que estaban limpiando a Maggie. Se notaba que su piel le dolía y Jackson sabía que con semejante reacción, por dentro su garganta y esófagos también debían verse así de afectados.Pero nada en el mundo podía prepararlo para los resultados que el laboratorio iba a mandarle. Como era para él por supuesto que estaban haciendo las pruebas a toda prisa, y veinte minutos después, el técnico del laboratorio llegó corriendo como si trajera el santo grial. O el peor chisme de la historia.—Doctor Wyndham… ya salieron los resultados del vestido.Jackson se enderezó como si le hubieran echado agua helada en la espalda y alargó al mano para recibir el decumento.—¿Y bien?El técnico sacó una hoja arrugada y se limpió el sudor de la frente. Tenía esa cara que uno pone cuando está a punto de contar algo que sabe que va a desatar una tormenta.—El vestido fue rociado con una solución de ácido benzoico. Con
CAPÍTULO 1. Del odio al Registro CivilEl plan era sencillo: entrar, decir lo que tenía que decir, patearle el ego y salir antes de que alguien la reconociera.Maggie Kingsley llevaba un gorro de lana gris bajado hasta las cejas, unas gafas de sol gigantes —de esas que gritan “soy famosa y no quiero que me veas” mientras atraen toda la atención—, y un abrigo que parecía haber sido diseñado para ocultar un cadáver, o varios. Total, si ya había cometido el error de meter a Jackson Wyndham en sus bragas, ya no podía hacer nada peor.Se movía por los pasillos de Wyndham Medical de Manchester como una agente encubierta; lo irónico era que todo el maldito edificio ya hablaba de ella.—¿Es la doctora Kingsley? —susurró una recepcionista a otra, disimulando tan mal que hasta la máquina de café rodó los ojos.—Imposible —respondió la otra—. Margaret Kingsley jamás usaría ese gorro, ella es una dama muy refinada.El problema era que “refinada” solo era una cualidad aleatoria, porque Maggie era