Constanza
—Yo la acompaño —dice Omar con seriedad—. No voy a dejar que ella se encuentre con…
—Me temo que solo la citó a ella —lo interrumpe Oliver—. Es importante que hablen.
—No le está pasando nada grave, ¿cierto? —pregunto asustada—. Por favor, no…
—No grave en sí, pero yo veo al señor Davenport cada vez más desmejorado. Está realmente deprimido porque no puede verla.
—Sí, claro —digo con sorna—. Yo lo veo publicando con normalidad en sus redes sociales.
Al instante recuerdo que eso no es así. Ha publicado cosas que ya tenía programadas, pero ahora que lo pienso, no he visto nada nuevo.
—¿Está segura de eso? —Oliver arquea una ceja.
—Sea como sea, no iré —respondo, muy a mi pesar—. He tratado de ser paciente, de guardar silencio y seguir mi vida con normalidad, pero esto me está superando.
—Por eso deberíamos ir —insiste mi hermano—. Tal vez mis puños le hagan entender…
—No, ya basta —gruño—. Quiero que todos dejen de decirme qué hacer y me dejen seguir en paz. Oliver, por favor,