Constanza
—Tenemos que irnos hoy mismo —me dice Cillian cuando terminamos de desayunar—. Me encantó pasar la noche contigo aquí, pero me temo que hay que salir lo antes posible del país.
—¿Y a dónde se supone que vamos a ir? —me atrevo a preguntar antes de tomar un poco de jugo de naranja—. Seguro que ya tienes un plan.
—Sí, pero no tengo por qué hablarte de eso ahora —sonríe mientras me limpia los labios con una servilleta—. Quiero que todo sea una sorpresa para ti.
—Pero…
—Te va a gustar nuestro destino, mi amor, te lo prometo.
—Creo que ya no sabes tantas cosas sobre mí —replico con tristeza—. No creo que puedas llevarme a ningún sitio sin que me invada la tristeza por…
—¡Basta ya, Constanza! —brama Cillian, golpeando la mesa tan fuerte que la comida salta enseguida—. He tratado de ser paciente; cumplí con lo que querías, pero definitivamente no voy a tolerar que sigas así.
—¿Así cómo? ¿Así de honesta? —respondo sin alterarme—. Me arrancaste la mitad del corazón, Cillian. En el día