Constanza
Irme sin mirar atrás, dejando heridos a los hombres que más he amado y que sigo amando, es algo que no habría hecho de no ser por el hijo que espero. Ahora que sé que los dos me mintieron y solo me manipularon, tengo que salir de aquí.
No puedo morir; no puedo ser parte de un duelo a muerte entre ellos dos.
—Lo siento, lo siento mucho —sollozo, aumentando la velocidad.
Esta maldita camioneta es muy difícil de conducir, pero de alguna manera consigo no estrellarme y llegar a un hotel a salvo.
—¿Viene sola? —me pregunta la recepcionista, extrañada, cuando me ve tan agitada.
—Sí, así es —asiento mientras le entrego el dinero.
A estas alturas no me importa si pueden rastrear mis movimientos, pero es mejor que de momento no sepan en dónde estoy.
La señorita me entrega las llaves con una mueca extraña en el rostro, lo que me hace sospechar que en cualquier momento llamará a la policía.
—Perdóneme si actúo extraño —le digo, temblando—. Estoy escapando de mi pareja y yo estoy embaraz