Constanza
Al llegar al hotel, Damon no se separa ni un instante de mí y me consiente tanto que reafirmo el amor que le tengo. Sin embargo, tampoco puedo dejar de pensar en Cillian y en qué lo llevó a hacer todo esto. ¿Cómo puede decir que me ama y aun así exponerme de esa manera?
—No puedo dormir —me confiesa Damon mientras tratamos de conciliar el sueño—. Mañana nos vamos a casar por fin y seremos felices.
—Sí, mi amor —susurro—. Pero lo de mi hermano aún no está resuelto y eso me pone triste.
—Ese tema quedará resuelto muy pronto —me asegura—. No tienes por qué pensar en eso, mi vida, por favor.
—No puedo evitarlo, Damon; se trata de mi hermano.
—Lo sé, pero también estás esperando a nuestro hijo y no te hace nada bien que te estreses, menos por cosas que se van a solucionar. ¿De verdad no confías en mí?
—¿Cómo puedo confiar en ti si nunca me dijiste que me conocías desde hace tanto?
La pregunta lo hace ponerse tenso, aunque no me lastima.
—¿Por qué dices eso? ¿Te molesta?
—Sí, me mo