Constanza
Tras un rato de estar como tontos esperando en la sala, finalmente nos dicen que nos prepararon una salida para que la prensa no nos vuelva a molestar.
Por desgracia, algunos de esos hijos de perra son listos y nos asaltan con preguntas aún más fuera de lugar.
—¿Qué demonios está diciendo? No, mi novia no es amante del presidente —me defiende Damon del tipo que le plantea esa situación.
—Cada día están más locos —gruñe Lucy mientras subimos al auto—. ¿Quién diablos filtra tanta información?
—Seguramente los mismos empleados, abuela —le responde Damon—. Nunca se puede confiar del todo en la gente que trabaja a tu servicio.
—La verdad es que no —murmuro—. Al final, no son parte de la familia. Me encantaría decir lo contrario, puesto que no vengo de una familia de renombre, pero…
—Sí, tristemente es así —asiente Lucy—. Aunque ese no es pretexto para tratarlos mal.
—Claro —concuerdo.
—Mis chicas te adoraron —me sonríe—. Dicen que eres muy amable. El otro día las escuché cuchichea