Constanza
Lucy regresa unos minutos después con un semblante lleno de consternación. He resistido las ganas de asomarme por la ventana para que Cillian no note mi interés, pero lo cierto es que me muero de curiosidad por saber lo que hablaron.
—¿Era Damon? —pregunto, fingiendo inocencia—. Oh, Dios… le dije que me diera tiempo.
—No, cariño, era Cillian —responde, frunciendo el ceño—. Dijo que quería disculparse por lo ocurrido, pero no lo dejé pasar.
—Gracias, Lucy —le sonrío levemente—. No estoy precisamente enojada con él, pero todo esto se siente muy extraño.
—Lamento que te veas envuelta en esta situación —se disculpa apenada—. No te mereces esto, menos cuando le has traído tanta felicidad a mi nieto.
—No te preocupes, Lucy —le digo—. No puedo caerle bien a todos.
—Ay, hija, no quiero malinterpretar las cosas, pero todo esto me suena a que le gustaste a mi hijo.
—¿Por qué lo dice? —me río.
—Y no lo culparía —bromea—. Tener a Olive de esposa debe ser un martirio. Es lógico que le te