La mañana se arrastró pesadamente para Jade; cada rayo de sol filtrándose por las cortinas de seda se sentía como una intrusión. Después de la noche de tormento interno, había dormido poco y mal, sus sueños poblados por imágenes fragmentadas: el beso del socio, la imposición fría de Hywell y la figura esquiva de Nick. Su cuerpo aún vibraba con un eco de la intensidad de la noche anterior, un recordatorio constante de su traición y su despertar.
Bajó para el desayuno, arrastrando los pies.
La mansión, usualmente bulliciosa con el movimiento de los sirvientes, se sentía extrañamente silenciosa, como si también contuviera la respiración. Se sentó a la mesa del desayuno, adornada con frutas frescas y repostería delicada, pero su apetito había desaparecido. Intentó parecer compuesta, pero cada músculo de su cuerpo estaba tenso.
Hywell ya estaba allí, sentado a la cabecera de la mesa, inmerso en un periódico financiero. Su presencia era una carga opresiva. Jade intentó desviar la mirada, co