La vida de Nick se había transformado en un tormento silencioso. La degradación de su puesto era solo una capa de su sufrimiento; la verdadera tortura era la ausencia de Jade, el vacío que había dejado en su existencia. Cada pasillo sombrío, cada rincón de la mansión donde antes podía verla o sentir su presencia, se había convertido en un recordatorio constante de lo que había perdido. El aire parecía viciado sin ella.
Su nuevo "trabajo" lo mantenía en las entrañas de la mansión o en las zonas periféricas, moviendo equipos, revisando conductos, reparando lo que antes delegaba. La humillación era palpable en cada mirada condescendiente de los guardias que antes estuvieron bajo su mando. Su ira hacia Hywell ardía; una llama fría y constante que crecía con cada día de esta tortura impuesta.
A pesar de la vigilancia asfixiante, Nick no podía rendirse. La desesperación lo impulsaba a buscar una rendija, por pequeña que fuera. Cada noche, con el corazón martilleándole en el pecho, escribía