El Comienzo Sagrado: Tokio, Japón
La primera boda, la primera reafirmación de sus votos bajo esa nueva promesa, comenzó en Tokio.
Hywell había arreglado todo con una eficiencia asombrosa, típica de él, moviendo hilos invisibles en la vasta metrópolis. En un santuario Shinto tradicional, escondido como un oasis de calma y serenidad en medio del bullicio urbano de Shibuya, se celebró la ceremonia. El aire estaba impregnado con el aroma de la madera de ciprés y el incienso, tan rico como se describía.
Jade vistió un deslumbrante shiromuku, un kimono nupcial de un blanco puro, inmaculado, bordado con intrincados hilos de oro y plata que brillaban bajo la luz. Su cabello, peinado en un elaborado estilo tradicional, estaba adornado con una intrincada peluca y tocado que la hacían parecer una deidad ancestral. Hywell, a su lado, lucía un formal montsuki hakama, su presencia imponente en el atuendo tradicional japonés, una fusión de respeto y poder, que los hizo a ambos sentir fuera del plane