Un duende me invita a soñar

El sol se filtró por el resquicio del blackout que la extensa cortina no alcanzaba a cubrir por un milímetro que solo podía ser detectado si se tenía la suerte de Emily en ese momento, cuando, a dieciséis grados exactos del punto por el que se filtró el rayo del astro rey este coincidió con sus pequeñísimos ojos cerrados, quemando los párpados peor que si fueran los de un vampiro. 

—Aaaaaaaaayyyyyyy —Se lamentó la joven, con el mismo tono de voz que hubiera empleado una momia luego de que su sueño de trece mil años fuera interrumpido por un curioso arqueólogo—. Maaaaarrrrrccccchhhh, el soooool. Aaaaaaaayyyyy. 

Después de quince minutos de una quemadura que comprometía su salud mental en el cortísimo plazo, Emily se d

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