Capítulo 37

Con extrema suavidad, Jeray la separó de sus brazos y le limpió las lágrimas, sintiéndose molesto por verla llorar. De la única manera en que quería ver sus lágrimas adornando su piel era cuando estaba dentro de ella, ya fuese enloqueciéndola de placer o cortándole la respiración.

—Gracias por todo lo que estás haciendo por mí… aunque no deberías.

—Pero quiero hacerlo —le sonrió y la tomó de la mano, entrelazando sus dedos—. Vamos.

La chica se dejó guiar hasta el interior de la oficina, sintiendo que distintas emociones las abrasaban con fuerza. Pero la esperanza y la ilusión que se extendían en su pecho nunca las había sentido antes. Ella ya se había resignado a qué pasaría un buen tiempo en manos de esa mujer, viviendo diferentes infiernos, pero nunca imaginó que aquel hombre que al principio parecía no tener corazón, la ayudaría tanto.

Su corazón latía con mucha fuerza y, aunque la vergüenza la dominaba y se sentía demasiado humillada con que otra persona conociera lo que ella quer
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