Jeray se mordió los labios, contemplando lo preciosa y perfecta que se veía Avery amarrada en su cama, abierta para recibirlo y demasiado húmeda y caliente para cegarlo. Podría hacerle mil cosas allí y no sentía la necesidad de sacarla de su espacio más personal, no cuando se veía linda, ardiente y contrastando en los tendidos oscuros. Su piel tersa y blanca lo tentaba y la carnosidad de su cuerpo era justo lo que pedía; senos que encajaban en sus manos y muslos y trasero generosos.
Hundía sus dedos en su coño con lentitud y presionaba cuando ella lo retenía y palpitaba a su alrededor, tan ansiosa de recibirlo que él solo podía sonreír y morderse los labios.
—No seas tan impaciente, ángel.
—Como si fuera fácil…
El hombre enarcó una ceja ante el comentario que la jovencita soltó en voz alta y sin pensar, y adentró sus dedos de golpe, arrancándole un sonoro gemido antes de empezar a bombearlos con rapidez y fuerza.
Decir que hablara lo molestaba era mentir descaradamente. Si bien le gus