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En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Jeray salió a paso firme y elegante, haciendo que su secretaria se pusiera de pie y se acercara a él de inmediato.
—El Sr. Pelman está furioso y dijo que no firmaría ningún contrato con usted.
—Entonces que abandone mi sala de juntas —respondió con esa altivez que lo caracterizaba, dejando en silencio a la chica—. Igual no soy yo el que va a perder nada.
El hombre entró a la oficina y se quitó su americana, dejándola colgada en el gancho antes de acercarse al bar y darse el primer trago del día. Se sentó en su lugar y abrió su computadora, listo para empezar su trabajo, pero la fija mirada de su secretaria hizo que la mirara.
—¿Vas a informarme algo más?
Dixie tragó saliva y apretó la tableta que tenía en sus manos contra su pecho. ¿Por qué estaba actuando tan diferente con ella? Se debía a la chica del día anterior? Se vio preguntándose, mirando al hombre que la miraba con seriedad y sin ninguna pizca de deseo.
—Srta. Kenner, si