15. Lo que no puedo decir
Roxana
Andrea se despertó con una sonrisa que me alivió más de lo que esperaba. Su rostro había recuperado el color natural, y cuando pidió un vaso de agua con voz clara, sentí que finalmente podía respirar.
—¿Puedo ir a casa ya? —preguntó, incorporándose en la cama del hospital.
—El doctor tiene que darte el alta primero —le expliqué, aunque ya había completado todo el papeleo mientras él dormía.
Alessandro apareció en la puerta de la habitación con dos cafés en las manos. Su traje de la noche anterior estaba arrugado, la corbata desaparecida, y la barba de un día le daba un aspecto cansado que me recordó que había pasado la noche entera en esa silla incómoda.
—¿Cómo se siente el campeón? —preguntó, acercándose a la cama.
—¡Mucho mejor! —respondió Andrea con entusiasmo—. ¿Tú también te quedaste aquí, tío?
—Alguien tenía que cuidar que tu mamá durmiera un poco —respondió Alessandro, pasándome uno de los cafés.
Evité su mirada. La vulnerabilidad de anoche seguía demasiado fresca, y no