La sala del departamento que de por sí cargaba ya una energía muy pesada, se volvió aún más inquietante, Vladimir veía a Dima, y Dima veía a Lucya, mientras Lev trataba de comprender qué era lo que se estaba escapando a su entendimiento.
—Esto es una mierda, ¿pueden hablar de manera que todos comprendamos qué demonios es lo que está sucediendo? —dijo con desesperación Lev, y Vladimir dejó escapar un suspiro pesado, pues sabía que la ignorancia era un lujo del que ellos ya no podían ostentar.
—Será mejor que tomemos asiento. —más que una sugerencia, Dima estaba dando una orden, a la vez que levantaba una de las tantas sillas que habían quedado esparcidas por el lugar.
—Los muebles no son míos. —se quejó Lucya, dándole un pequeño golpe de mano a Lev.
—No deberías de preocuparte por eso, estás metida en problemas aún mayores. —se quejó su hermano, viéndola con reproche, porque muy en el fondo sabía que nada podía hacer en contra de Vladimir, lo conocía demasiado bien, ir en su contra era