El pelinegro no se equivocaba, Lucya era aún más curiosa que un gato, la morena tenía alma aventurera, aunque no comprendía tan bien como Dima a que se dedicaban los Neizan, solo sabía que ante la mención de aquel apellido, muchos palidecían, aun recordaba los primeros días en el kínder, llena de ilusiones con ganas de tener amigas, pero todos los niños la veían raro, y la hacían a un lado, hasta que un día no soporto más y pregunto; aun con la corta edad que tenía, la respuesta de los pequeños la hirió, “ Eres negra”, “No eres como nosotros”, “Nos mancharas si nos tocas”, por un segundo se sintió como personaje de Harry Potter, ¿Ella era el equivalente a la sangre sucia? Estaba a punto de romper en llanto, cuando el pálido de ojos azules y cabello negro se colocó a su lado; “Ella pertenece a la familia Neizan” “Y es mi amiga”; lo reconoció de inmediato, era el hijo de los jefes de sus papás, aunque hasta ese día nunca había cruzado ni media palabra con él, pero, aun así, pudo ver como todos los pequeños retrocedían, ser un Neizan te garantizaba que nadie te lastimaría, al menos eso pensó Lucya, y de ese día fue inseparable amiga de Dima.
— Ayuda… por favor…ayuda. — los pasos de la pequeña dejaron de sonar en el oscuro lugar, cuando escucho la voz áspera de un hombre, Dima no se había equivocado, la curiosidad de Lucya por comprender cual era el trabajo de su hermano, la había llevado al interior de los calabozos.
— ¿Qué le ocurre señor? — Lucya se acercó al hombre que estaba de rodillas cubierto de barro.
— Estoy herido… por favor…ayúdame. — en un mundo como lo es el de la mafia, los niños y su inocencia es lo más difícil de proteger.
— ¿Cómo puedo ayudarlo? — indago con inocencia Lucya acercándose un paso más.
— Necesito la llave. — susurro, se veía agotado, la niña pensó que debía estar sediento, quizás su hermano se olvidó de él la noche anterior, ¿acaso habían hecho una pijamada? Se pregunto al distinguir que había otro hombre durmiendo detrás del que estaba arrodillado pidiéndole la llave del cuarto con frente de reja en el que estaba.
— Mmm, déjeme que la busque. — el agente Marsh, vio a la niña rebuscar en un escritorio.
La impotencia que había sentido durante toda la noche al saber que cada persona de su equipo estaba muerta, fue sustituida por la furia de saber que el clan Neizan era peor de lo que imaginaba, no podía creer que adiestrara a niños tan pequeños para servirles en el futuro, pero tenía sentido, durante años trato de encontrar algún empleado que estuviera dispuesto a entregar al clan, pero era inútil, cada uno de los que atrapaban preferían cumplir sus sentencias, no importaba la cantidad de años que les diera, nunca consiguió nada que le sirviera para atrapar a los mafiosos, a los verdaderos lideres, ahora comprendía porque.
— ¿Será esta? — los ojos del agente se llenaron de lágrimas cuando la niña abrió la reja. — ¡Si lo es…! ¿Por qué llora? — indago a menos de cinco centímetros del agente, quien le sonrió con las pocas fuerzas que tenía, mientras acariciaba su rostro.
— Eres una niña muy buena, eres mi salvación.
Vladimir cruzo el jardín lateral seguido de Dima, aunque estaba furioso de solo pensar que la amiga de su hermano pudiera estar en los calabozos, no pensaba correr por ella, después de todo, los agentes estaban muertos, no pensaba lamentarse por el trauma con el que quedaría la pequeña curiosa, después de todo, sería solo culpa de ella y su curiosidad.
— ¡Lucya! — grito Dima viendo el rostro de su amiga, que acababa de salir de los calabozos.
— Maldición. — acoto Vladimir y ahora si corrió a tomar en brazos a la niña.
— ¿Qué haces? Suéltame, ¡Lev! ¡Lev! — Vladimir la dejo caer cuando la niña casi le perfora el tímpano por los gritos que daba.
— ¡Estas herida! — grito asustado Dima ya con lágrimas cayendo por sus mejillas.
— No, solo me golpee el trasero. — aseguro la pequeña poniéndose de pie.
— Pero… — la confusión de Vladimir fue interrumpida por el grito de Lev.
— ¡¿Lucya?! ¿estas bien? ¿Qué te sucedió en el rostro? — el moreno no perdió tiempo y reviso el rostro de su hermana, dándose cuenta de que no estaba herida.
— El hombre me mancho con lodo. — explico tocándose el rostro y viendo la mancha marrón que quedaba en su mano.
— ¿Qué hombre? — indago Lev.
— ¿Lodo? — dijeron al unisonó los hermanos Neizan.
— El que estaba allí dentro. — respondió la pregunta de su hermano, y fue cuando Lev saco su arma.
— ¡A la mansión ahora! — ordeno Vladimir y los pequeños no perdieron tiempo en obedecerlo.
— ¡No puede ser! — grito Lev al percatarse de las manchas de sangre que se dirigían al bosque lindante a la propiedad. — Atención, todo personal disponible, tenemos un agente del F.B.I tratando de escapar, en el lado este del bosque, no debe estar lejos, está mal herido. —mientras el moreno daba la orden por la radio, Vladimir clavaba sus fríos ojos en él.
— Se supone que estaba muerto. — reprocho apenas Lev dejo de hablar.
— Busqué su pulso y no lo tenía, aun así, no puedes culparme, te dije que le metieras un tiro como yo hice con su compañero, pero tú lo querías matar a golpes, bueno Órga, creo que aún no posees la fuerza suficiente para matar a alguien con tus manos. — ambos estaban enojados, si fuera cualquier otro empleado quien le hablara de esa forma, Vladimir ya lo hubiera matado, pero era Lev quien lo hacía, por lo que solo respiro con fuerza.
— Supongo que fue mi culpa el que aun respirara, pero se escapó gracias a tu hermana. — Lev tembló ante aquel hecho, si ese agente hubiera sido otra persona, lo más probable seria que Lucya estaría muerta.
— Y mi hermana estaba aquí gracias a tu hermano. — Lev conocía la mirada del rubio, queria que alguien pagara por lo sucedido y Lev no estaba dispuesto a que su hermana fuera ni siquiera regañada.
— Lo que sea. — susurro Órga cambiando su rostro asesino, recordando tal vez que solo él era culpable de lo acaecido, pues se había olvidado de colocar el código de seguridad en la puerta de los calabozos. — Oye, ¿Por qué tu hermana dijo que era lodo la sangre que tenía en el rostro? — indago retomando el camino a la mansión, creyendo que sus hombres eran más que capaces de acabar con el agente que pretendía escapar.
— Lucya tiene Tritanomalía, es un tipo de daltonismo, no puede distinguir el color rojo, ella lo ve marrón.
— Eso es bueno, al menos no causamos que quedara traumada. — Lev sonrió con picardía ante aquel comentario.
— Te puedo asegurar que Lucya es más fuerte que cualquier niño, incluso más que Dima, ella no se traumaría por algo así. — Lev veía a su hermana como una pequeña guerrera, su diosa personal, por ella sería capaz de congelar el infierno e incendiar el polo norte.
— No lo sé Lev, creo que el hecho de que un niño vea esto y no se traume, es realmente el problema, el aviso silencioso de que algo no está bien en él. — Lev se dio cuenta que ya no estaban hablando de su hermana.
— Tú no tienes nada malo…
— ¿Lo crees? Porque yo pienso lo contrario. — confeso en medio de un suspiro, su carrera de mafioso recién comenzaba, llevaba un año al frente del clan, y ya tenía más muertos en su conciencia que su padre Lukyan.
— ¿A qué te refieres?
— Desde que era un niño, tuve visiones, nunca me asuste, por más que vi… la muerte de quienes quiero, ahora que ya no puedo ver el futuro… necesito… hay días en los que la necesidad de ver muertes a mi alrededor no me deja dormir… disfruto más de lo que debería el matar a mis enemigos. — no se veía contrariado por lo que decía, era más como una prueba para Lev, el saber hasta dónde estaba dispuesto a acompañarlo.
— Eso es bueno, tienes demasiados enemigos, por lo que tu insomnio tendrá cura, al menos por unos años.
Lev era un hombre fiel, aunque no podía decir lo mismo de sus demás empleados, unos que juraron haber acabado con el fugitivo, aunque no fue cierto, y es que estos hombres le tenían miedo a su jefe, sabían que si algo no salía como él deseaba, acabarían muertos, por lo que creyeron que una pequeña mentira no causaría mayores problemas, después de todo, con la cantidad de sangre que había perdido el agente, lo más probable fuera que muriera, al fin y al cabo, todos morían… ¿o no?